1. MARSELLA, UNA FAMILIA GRANDE,Julio Ernesto Marulanda Buitrago
2. SEMBLANZA DE LA IDENTIDAD MARSELLESA,Julio Ernesto Marulanda Buitrago
3. LA LLEGADA DE LA RUEDA CHICAGO A MARSELLA ,Julio Giraldo Alzate
(Tomado de "Entre Lineas")
4. PEDRO PINEDA EL FUNDADOR.Jorge Humberto Galvis Herrera
5. MONOGRAFÍA DE MARSELLA, (Algunos capítulos) ,Célimo Zuluaga Aristizabal
MARSELLA, UNA FAMILIA GRANDE
Entre San Luis y Hoyo Frio, recuerdos de un niño.
Desempolvando los recuerdos del cerebro para ver si en el “hondón de las tradiciones”, rescatando los orígenes familiares y las costumbres y tocando el alma de los nietos, aparece el porvenir de Marsella, así como los japoneses encontraron el futuro apegados a la cultura del arroz.
Gracias a la visita realizada a la vereda Las Tazas y a la entretenida charla sobre los antiguos habitantes como los Orrego, los Tamayo, los Quintero, sobre la presencia de los hermanos de don Emilio y don Javier Sierra Restrepo en las Tazas y en la Nubia y finalmente sobre Hoyo Frio, con ayuda de muchos recuerdos, logramos reconstruir el recorrido desde San Luis, entrando por la Cascada, hasta empezar la falda de Genovevita.
La casa de balcón de San Luis, tienda de don Teodoro Osorio, donde se inicia el camino del “trazado”, hacia la Coralia, las vueltas de Rascaderal y el primer camino hacia Buenos Aires a la izquierda; a la derecha la recta y la entrada al “Prado” de don Germán Mejía, de donde todas las mañanas salía la yegüita “Chumilas” de cabestro de un hijo de don Gustavo Mejía, a vender la leche al pueblo.
Chumilas y Rosario eran bestias de don Manuel Franco, siempre ensilladas y dispuestas para que cabalgaran niños, señoras y todo el que le diera la gana de montar a caballo.
Al frente de la Virgen, vivía “Miguel Bullas” o Moñoejíquera quien fuera bulteador en la tienda y compra de café de don Gonzalo Mejía, dueño de la finca “ Villalba” y no Casablanca o San Miguel del Cerro. Don Miguel Osorio, era el padre de la “Mona de Rascaderal” de quien se creía que volaba por la noche, montaba y hacía trenzas a los caballos salvajes de don Silverio en gran algarabía y carcajadas por el potrero, los cañabravales y hasta el monte tupido de esa extensa propiedad que iba desde San Luis hasta Buenos Aires.
En dirección a Hoyo Frio, se topaba con la entrada a la “Isabela” y la casa y cantina de don Emilio Mejía, enseguida la peluquería y casa del Mono Gómez. Antes de la quebrada vivía Pedro Morales, carpintero y hermano de “Cenito”, con su señora Margarita. A continuación vivía Don Juan Ramírez, “El Mocho” y su esposa Doña Elisa Giraldo, padres de una numerosa prole, entre quienes se recuerda a Alcides el mejor pescador de La Argentina. A Augusto y a Clodomiro. La casa del mocho Juan Ramírez después pasó a manos de Don Belisario Quintero que tiene más cuentos que “Cosiaca”, solo recuerdo que me compraba el “talegueo de café” que mi madre escondía debajo de la cama o entre la ropa vieja, para tenernos golosinas o darnos gusto a los hijos. Al frente doña Gerardina Cardona y “ El Amplio” su hermano, hasta llegar a la pesebrera de don Pedro Luis Gallego, no sin antes encontrarnos con la casa grande de don Manuel Meneses, dueño del único radio conocido en el camino que funcionaba todo el día, a alto volumen, aparato que causó gran sorpresa en mi niñez, cuando al tener edad para hacer mandados al pueblo, me detenía sentado en una “obra”, buscando explicaciones de cómo un hombre se podía volver tan pequeño dentro de un cajón, tan bonito, para hablar y cantar todo el día. Gracias al regalo de don Severiano Cañas de la vereda La Armenia, emparentado con mi tío Arcadio Marulanda Carvajal, casado con Carmen Rosa López Castaño, quien nos mandó un radio Philco, con motivo de la celebración de la llegada de la energía eléctrica a San Luis. Esta energía llegaba a Marsella de la planta de “La Ínsula”, entre las veredas La Quiebra y La Capilla, transportada en alambre de cobre, soportado por postes de guadua.
Al frente del alto de don Pedro Luis Gallego, estaba la “Fragua” de don Gonzalo Atehortua y más adelante, antes de las escalas para llegar a “Alto Cielo”, nos topamos con la casa de “Guamo Ortiz”, los secaderos y depósito de café de don Gonzalo Mejía, que lindaban con el solar y “velería” de Manuelito Henao, al frente de la tienda cantina de Juan Zambrano, cerca a la casa de don Gerardo Gil, padre de numerosos Giles entre ellos “La Sapa” y también muy cerca de don Macario Herrera, famoso por su burro, al cual se le atribuyen una cantidad de cuentos incluyendo los de las monjas; pasando el camino se hallaba don Juan de Jesús Giraldo que soldaba ollas, arreglaba de todo, incluso escopetas.
En la esquina frente a la tienda de Zambrano, existió una pesebrera de don Libardo Morales, casado con una señora de apellido Hoyos, hermana del “patón hoyos”. Enseguida don Jesús, don Joaquín y doña Zoila Bustamante, la mamá de las “Bonitas”, Lucero Giraldo y su hermana, en las siguientes casas Práxedes Buitrago, María Jesús Carvajal de Buitrago y su hija brava, ronca y solterona, Ana Delia Buitrago Carvajal y quien cargaba el portacomidas, Nicolás Carvajal, pariente de ellas. En esa cuadra residieron los respetables choferes Efrén y Artemo Villada. Al frente de doña Zoila tenía su casa don Dámaso Giraldo, padre de don Bernardo y Arturo. En el balcón de la esquina, Emma Ortiz Rentería, hermano de “Chulo” y esposa de Roberto Restrepo; en los bajos la cantina de “Carlos Mugre”.
Práxedes Buitrago tuvo como hermanos a Manuel, Joviniano y Silverio, fue casada con Justiniano Bedoya y madre de las siguientes cabezas:
Isaurita, casada con Ricardo Franco y madre de Manuel, Álvaro, Genoveva, Jairo, Darío y Jaime Franco Bedoya.
Ana Delia, casada con don Julio Pineda y madre de:
Guillermo “pinedita”. Aliria, Aleyda, Marina, Fabiola, Lesbia, Carmen Julia, Humberto, Hernán y Oscar.
Emilia Bedoya Buitrago, casada con Guillermo Ramírez.
Leonidas Bedoya Buitrago.
María Jesús Carvajal (viuda de Daniel Buitrago), era la madre de Pastorita Buitrago Carvajal, casada con Gerardo López “pelusa”, tío de doña Esther Bedoya López. Hija de Pastorita Buitrago es Duilia López Buitrago, su hija Victoria es la propietaria de Industrias La Victoria en Chinchiná.
Son hijas también de María Jesús Carvajal viuda de Buitrago:
Ana Rita Buitrago Carvajal, casada con “chucho” Tamayo, padres de Gedma y Arturo. Hijos de Gedma son los hermanos Esperanza, Néstor, Julio, Jorge Octavio, Diego, John Jairo y Héctor Hugo.
Elisa Buitrago Carvajal, casada con Julio Gonzales.
Ernestina Buitrago Carvajal, casada con Emilio Franco de la vereda La Argentina.
Rosa Buitrago Carvajal casada con Juan de Dios Giraldo, “mono caravana”.
Vitalbina Buitrago Carvajal, casada con Celso Marín, padres de Adalgiza Marín Buitrago, quien todavía vive en Cali.
Luis Delio Buitrago Carvajal, progenitor de Omar Ordoñez.
La familia Buitrago llegó a Marsella, hace más de cien años, de la mano del patriarca Hermenegildo Buitrago Osorio, casado con Mercedes Henao Gil; padre de Mercedes, Críspolo, Aparicio, Carmen, Justiniano, pablo, Jesús María “chucho”, Antonio, Jacobo, Leonidas y Adelina.
Adelina Buitrago Henao, fue casada con don Julio Ernesto Marulanda Carvajal y fue la madre de Angélica, Amador, Israel, Ricardo, Carlos, Guillermo, Edith, Julio Ernesto y José Sonel.
Siguiendo la ruta de “hoyo frio” por la trilladora de café que comprara Monseñor Jesús María estrada para construir el Instituto Estrada, en la salida hacia el Tablazo, era muy común encontrarse a don Emilio Rojas Sánchez, a “La Pelona” a don Francisco Zapata y toda su descendencia, entre ellos Héctor maestro de música y el mejor corneta que tuvo la banda de guerra del colegio y a don Luis Gómez “Cantarina” en Alto Cielo.
Mis salidas al pueblo para cumplir con mis obligaciones de mandadero, siempre estuvieron marcadas por las instrucciones de mi padre, según el cual en la finca había mucho oficio y en pueblo mucho vago:
“Aquí está mejor con su mamá, su papá, sus hermanos y vecinos”
“Cuando llegue al pueblo lávese bien los pies donde Práxedes”.
“No se meta entre los Orrego, Tamayo o Quinteros, los hijos de Maximiliano Ríos y los de Salvador Restrepo, cuando estén voliando peinilla en Hoyo Frio.
“Cuide a su hermano Sonel”.
“Acuérdese de esperar a su hermana Edith a la salida del colegio de las Bethlemitas. Es usted el que la espera no ella a usted.”
“No pise donde pisa Carlos Villa”.
“Si los carniceros están haciendo cacheo en la plaza, súbase a un mango o corra como un verraco”.
“Si a la hora del almuerzo está haciendo tempestad, vaya donde la tía Toña; si usted prefiere el restaurante escolar, tómese la cucharadita de aceite de bacalao, sin chistar, como se tuvo que tragar el “quenopodio”.
Estos aportes pretenden agregar algunos de los elementos de reflexión sobre nuestros antepasados, sus actividades, la vida pueblerina, los valores tradicionales y la constitución de las familias, el sentido de identidad y de pertenencia, a la vez que afianzar la propuesta de recuperar el compromiso de todos los marselleses y todas las marsellesas con el desarrollo de nuestro entrañable terruño, hecho al sonido de las herramientas, a la unión de intereses y voluntades sin distingo de color político, religioso, étnico o socio económico y al civismo como la más representativa de las banderas de quienes nos legaron, su ejemplo, el respeto por la naturaleza, el trabajo honrado, la responsabilidad y la distribución de actividades acordes con la edad, el género, siempre pensando en lo mejor y el bienestar para los conciudadanos.
2. SEMBLANZA DE LA IDENTIDAD MARSELLESA
Palabras pronunciadas en la Casa de la Cultura de Marsella- Salón Pablo Neruda, el 5 de Noviembre de 1988.
Julio Ernesto Marulanda B.
Con la mayor humildad llego a esta Sala que se enaltece con la presencia de ustedes y se honra con el nombre de Pablo Neruda. No soy propenso a los honores, y este, que hoy me otorga generosamente la Corporación de Amigos de Marsella, creo, es inmerecido. Pero lo acepto, más con resignación que con humildad, pues repito, soy ajeno a estos menesteres del coctel y del homenaje.
Los hijos de Marsella son un ejemplo de fidelidad amorosa por la tierra natal; son una avanzada cívica, son el paciente esfuerzo, los insomnes vigías de la comarca; se ausentan, y llevan a Marsella en el alma. Van y vuelven a menudo porque aquí están las raíces del Ser; aquí están los afectos entrañables y aquí está el apremio de los mejores deberes. Nos han dado muchas cosas buenas para honrar estos lares y mantener encendido el fuego sagrado. Todo nos ata a esta tierra. No hay deserciones, ni traiciones, ni olvido. Ahí está CORAMA, FUNDEMAR y CADECOM, ahí están los agremiados y los que no lo están, dando un ejemplo nobilísimo. Y está el recuerdo de nuestros campesinos que llamaban a Monseñor Estrada y a Genovevita Álvarez los Claveros del Cielo. Es que si no resulta cierto, como se asegura, que Marsella está asentado sobre un filón de oro, si tenemos un manantial de virtudes que se resuelven en bondad, en esfuerzo, en voluntad de servicio. Necesitamos de la ayuda de los altos poderes, pero fundamentalmente de nosotros mismos, así nos asedien las privaciones. Sólo los pueblos que saben vivir de si mismos llegan a ser fuertes. Aprovechemos nuestras posibilidades, que nunca nos faltarán medios de subsistencia, pues, según la leyenda, los hombres en la primavera del mundo, comieron tierra.
Necesitamos un lenguaje transparente para hablar de Marsella en una colección de evocaciones, llenas de un encendido amor por los bienes y las cosas mínimas que forman la vida del pueblo: las caminatas al río, los caramelos de los Posada, el cacheo en la plaza con los mangos como burladero, la piscina de Mila con sus piñuelas, el teatro de Abdul, la cancha de la Aurora, las retretas del parque con el bello espectáculo de la mujer ofrecido por las Rodríguez, las hijas de don Emilio, las de don Tista, y las de don Gerardo Correa.
En Marsella se conoce a los hombres por sus ejecutorias. Aquí se dignificaron los oficios, como en los poemas de Carlos Castro Saavedra. Lo mejor de su exaltación es que nos trae la imagen de ayer, y aún la de hoy, porque no desaparecen las antiguas formas de vida, y aún quedan los rancios perfiles de aquellos sabios que conocimos: padres como Julio Ernesto y Adelina, los míos; peluqueros como el Mono Gómez, Gabriel Posada y Salomón; pintores de brocha como el Tío Osorio y Cantarina; choferes como Jesús Toro, Pedro Chiva y Mosca; zapateros como Batea y Gumarra; talabarteros como el Pollino Valencia; herreros como Gonzalo Atehortúa; sastres como Miguel Villada y Julio Giraldo; carpinteros como Gonzalo Villegas y los Morales; albañiles como Julio Zabala y mandaderos como Carlos Villa. Sin faltar la jerarquía de los carniceros, importantísimos personajes, jolgorio de la plaza, filósofos contemplativos de la peladez y la cosecha.
La presencia del hombre en el mundo es inseparable de su brega por estar bien, y bienestar es la necesidad de las necesidades. La gente de Marsella sabe tener deseos y capacidad para satisfacerlos. Es manifiesta la vocación del Marsellés por sus logros; ahí vemos a los hijos de don Gregorio Betancurt, invirtiendo gran parte de su patrimonio de luchas laborales, en la construcción de la casa materna en Marsella, porque ellos son de aquí, se sienten de aquí y aquí revierten lo ganado. Es la forma más auténtica de materializar el amor por su Pueblo.
También quiero evocar la memoria de don Manuel Posada, gracias a sus ejecutorias, hoy en Marsella un peatón es más valioso que un caballo y un carro.
Y por supuesto, resaltar la tenacidad política del doctor Carlos Arturo López, canalizada en beneficio de su Tierra.
Y los que no tenemos bienes de fortuna; los que vivimos entre la cosecha que pasó y la deuda que llega; los que compramos el paisaje; los convencidos del infinito poder del saber, invertimos en consejos para que nuestra juventud vaya a la universidad, a realizarse.
Alguien está llorando/, alguien está muriendo/, vamos llorando/, vamos callando/, decía Neruda. Todo está en permanente cambio y hay una descomposición creciente. La segunda guerra mundial arrojó sobre la humanidad muchos despojos. Desde entonces hay zozobra en el mundo. Miedo, muerte, inversión de los valores. Han surgido muchas cosas que conducen a la degradación: el fraude, la desforestación, la migración campesina, el hambre, el desempleo, todo esto dicho en el orden del desorden imperante. En la base, el desplome del hogar como vivero de valores y la autoridad derrumbada aquí y allá y en todas partes, para que el caos impere, la deshumanización impere, y la desesperanza. Hace algunas semanas, el Ministro de Justicia, dijo públicamente que el desorden social, cada día más agudo y persistente, obedece al abandono de los principios morales y religiosos que iluminaron nuestra infancia; reclamó la necesidad del regreso a esas enseñanzas y prácticas, que considera fundamentales en la vida del individuo y en el discurrir de los quehaceres colectivos. Lindo homenaje para nuestras madres, que junto a sus varones hicieron de su existencia un duro pero armonioso código de deberes inapelables. Es también un llamado a las gentes nuevas, un urgente llamado que debe responderse y acatarse. A veces es bueno buscar en el hondón de las tradiciones para encontrar la luz del porvenir.
Los pueblos cercanos a las ciudades, como es el caso nuestro, se ven obligados a resignar muchas de sus aspiraciones, porque aquellas son absorbentes y merman su vitalidad. Hay dependencias fiscales, culturales, de empleo, de suministros, etc. Este pueblo bien motivado, bien encauzado, bien dirigido, dará la medida de su valor. Se trata de deponer odios, rencillas, egoísmos, fulanismos, aunar voluntades y esfuerzos, y avanzar resueltos hacia el logro de un bienestar común. Hay que trabajar en función de Marsella y para Marsella, con estilo y con paso de Marsellés. Ya hay logros felices, como el Jardín Botánico; reconocimientos justos, como la declaratoria del cementerio como Patrimonio Nacional, lo que quiere decir, que es un activo de todos los colombianos; y propósitos en marcha, como la creación del Parque de la Ciencia y la Tecnología, importantísimo en esta hora de la Informática.
No puedo terminar, sin antes referirme a un personaje replegado en su Ser, recogiendo su dignidad de maestro y cuidándola como su propia existencia, para guardar el equilibrio entre el saber, el Ser y el ineludible parecer. Aquel que nos enseñó a pensar como debíamos de pensar y no como él pensaba. Aquel que supo alargar toda dimensión espiritual y extrajo de sus discípulos lo más y superior de cada uno:
Rindo un homenaje de gratitud y admiración al señor Presidente del Concejo, y más que al Presidente, a la persona del señor Presidente. Es mi maestro desde siempre: desde la infancia, en la adolescencia, y ahora. Su ejemplo de maestro formidable desborda las aulas del colegio, desborda el ámbito del Cabildo, desborda el reconocimiento agradecido, aunque silencioso, de sus conciudadanos. Don Tomás Issa es un ejemplo de las mejores virtudes humanas, y su alto influjo espiritual lo honra y honra a Marsella sobre todas las cosas, muy por encima de nuestras pretensiones, de nuestra vanidad y nuestro orgullo.
Robo una frase para dedicarla a nuestro Guía y Maestro: Don Tomás es orgullo del género humano.
3. "LA LLEGADA DE LA RUEDA CHICAGO A MARSELLA"
Tomado de "Entre Lineas"
Por :Julio Giraldo Alzate
La “rueda Chicago” llegó a mi pueblo en el año 1938, y no hizo su entrada triunfal por la carretera que hoy están asfaltando, pues era apenas una trocha no carreteable; su empresario tuvo que dar la vuelta por Chinchiná. Retazo histórico recogido de Don Gilberto Garcia, el primero que se atrevió a montarla una vez instalada en la plaza de Bolívar de Marsella.
Contar los pormenores de su llegada y el evidente jolgorio causado por algo tan novedoso, es casi transcribir las bellas páginas de “Cien años de soledad” cuando los gitanos a la cabeza de Melquiades irrumpieron con sus circos en Macondo rompiendo el monótono transcurrir de sus habitantes. De modo pues que en el año de 1938 mientras los alemanes se preparaban para la segunda guerra mundial, y los españoles se despedazaban en su guerra civil, mis coterráneos se divertían de lo lindo con la “rueda Chicago”. Epoca esta, también coincidente con los circos y los grupos escénicos que como trotamundos y “rebuscadores del cocido” iban de pueblo en pueblo con su misma “ Pasión de Cristo “ y las desgarradoras “Genoveva” de Bravante” y “lejos del nido”, deleitando y haciendo lloriquear a sus moradores.
Se instaló pues la rueda con su alegre girar en la Plaza de Bolívar, la que entonces era un terraplén sembrado de casas. Hubo confusión alrededor, y una tensa alegría cundió por el vecindario ya que muy pocas cosas móviles existían para montar, salvo el caballo que hizo su historia en estos pueblos de arrieros, y que a causa del automóvil regresó a su yegueriza a rumiar sus mejores épocas. La curiosidad también desbordó la paciencia infantil y no hubo espera en la escuela para el sonar de campana, a lo cual el maestro hubo de capotear la avalancha juguetona.
Ya habían transcurrido dos días de instalada y de solitario girar, pues nadie se atrevía a montarla, lo que empezó a preocupar a su dueño sobre todo después de haber agotado todos los recursos posibles de convencimiento de lo inofensiva la diversión. Fue en vano también el pago de diezmos y primicias al párroco para que en su homilía convenciera a los feligreses. Pero Gilberto Garcia, niño aun, a quien sus abuelos habían llevado al pueblo a lomo de mula, conocía ya el aparato. Privilegio este que alardeó a su gallada y que conserva fresco en el cajón de sus mocedades y que hacen posible esta tosca remembranza.
Se acercó al tristón empresario, que ya no sabia si empacar o dejarla de monumento en Marsella, a contarle la buena nueva de que en Pereira ya había montado. Un húmedo resplandor brotó de los ojos del ingrimo empresario que alzando al niño por los brazos le dijo: ¡ Me ha salvado usted mijo¡. montose el mozuelo confiado y alegre, y detrás lo fue haciendo el pueblo inundando de alegría la comarca. Y así los juegos se multiplicaron y las fritangas se agolparon.
Fue una fiesta larga, en la que transcurrieron varios meses, los suficientes tal vez para inquietar al alcalde, al que ya incomodaba el desfile de padres de familia por las gradas de la casa municipal a quejarse del tonto y malsano jueguito ese, que ya no dejaba estudiar a los niños y que estaba creando problemas económicos a sus menguados presupuestos. Y así como en Macondo la realidad exagerada bordeó los linderos de la ficción, en Marsella el alcalde tuvo que ordenar a los pocos policías desmontar la rueda, y exigir al rico y alegre empresario que se fuera con su fiesta y su rueda inflacionaria a otra parte.
4. PEDRO PINEDA – EL FUNDADOR
(Jorge Humberto Galvis Herrera)
“Nací libre como el viento
De las selvas, Antioqueñas
Como el Cóndor de los andes
Que de monte en monte vuela… “
Poema canto del Antioqueño
EPIFANIO MEJÍA
Luego lo siguió en estas actividades productivas el gobernador PEDRO J BERRIO.
El antioqueño es un cruce de blanco proveniente de Asturias, Galicia y de la Montañas Vascas con el indígena, negro. Este producto alófilo producía gentes armoniosas y fecundas. Cuerpos altos, esbeltos y musculosos labrados por la tierra y la minería, de cara ovalada, nariz recta o aguileña, frente elevada, ojos grandes y vivos, cabello y barba abundante. Su merito reside en dejarse educar. Tiene fuerza para seguir un ideal. De Espíritu emprendedor, precision para juzgar negocios, altiva independencia y un medio geográfico que influye poderosamente sobre el genio y las costumbres de los habitantes.
La liberación del comercio y las reformas Borbónicas en general reactivaron, a fines del siglo XVIII, la llegada de europeos de espíritu ambulatorio y aventurero como lo fueron nuevas corrientes migratorias de españoles.
Muchos españoles después de permanecer un tiempo en los poblados por ser “tahúres de respeto y tener “genio levantistico y convencidos de su nobleza fueron empujados a mirar a los otros poblados.
En la época de la independencia se percibe la politización del inmigrante, y fue así que se expidió orden donde todos los forasteros sin licencia o pasaporte salieran en treinta días de la jurisdicción. En el bando de policía del cantón de Medellín de 1.840, y en medio de la guerra de los supremos, se dictaron medidas un poco drásticas para que los comisarios de policía dieran cuenta de los forasteros llegados de otras provincias. Así se intentaba atacar la población inmigrante. Por último el acelerado crecimiento demográfico con la oferta de tierra, forzó a los grupos de desposeídos y pobres propietarios en aumento a salir del entorno doméstico en busca de trabajo y seguridad.
Ya a principios del siglo XIX se daba la orden a los “pasadores “del río Cauca de no transportar a la Ciudad de Medellín. Lo mismo en el camino de Rionegro y Marinilla hacia el puerto de Nare en el río Magdalena.
Las autoridades coloniales tenían el afán de arraigarlos en sus lugares de origen, integrarlos a grupos orgánicos como las familias y los gremios, si eran hábiles en algún oficio, o relocalizarlos en las nuevas poblaciones. Así buscaban disciplinarlos e integrarlos al orden social vigente.
Las sentencias de destierro a las fundaciones y pueblos de la colonización Antioqueña, crearon la expectativa de convertir a muchos de ellos en buenos “ciudadanos de la República “, fijándolos a un patrón o a una familia y de ser posible haciéndolos propietarios de una parcela. (1)
JUAN DE DIOS ARANZAZU, adquirió tierras realezas en todo la región cafetera, y sus socios posteriormente vendieron a varias sociedades mercantiles los territorios de la concesión y las que obtuvo en transacciones con los vecinos de Aguadas , como los altos de San Feliz y la zona entre Tapias y el Río Chinchiná.
En este marco de cambios sociales y económicos ubicamos a Don PEDRO PINEDA, quien en su niñez adquirió los hábitos de movilidad, arraigo del antioqueño nómada y andariego emparentado con el legendario judío errante y el gitano. Estos caracteres del colonizador “, que fueron tomando forma después del siglo XVIII, formando la imagen persistente del Antioqueño rebuscador, vivaracho, pícaro y trabajador.
Estas sociedades parcelaron alrededor de los centros poblados que se fundaron en tierras de la misma Concesión para asignarlas por leyes del gobierno
La ley de doblamiento colectivo de 1.834 estimula al señor FERMIN LOPEZ, fundador de Chinchiná y Santa Rosa de Cabal. Refiere el coronel ingles J.P HAMILTON,” que FERMIN LOPEZ se acerco al río Chinchiná tomando el pie del cerro Cancio y por este continuo un buen trecho río abajo para luego comenzar a ascender la cima del Tablazo cuyo filo seguía y atravesaba más adelante el río Chinchiná, luego se engolfó en la inmensidad de las vírgenes regiones que riegan los ríos Campoalegre , Claro, Eugenio y otros, hasta llegar donde se construiría Santa Rosa ,ascendía la caravana hasta el alto del oso, estableciendo un camino y bajo a la hoya del río Otún”. (2)
HUGO ANGEL JARAMILLO, recoge el pasado diciendo que en 1.839 FERMIN LOPEZ y JOSE HURTADO decidieron hacer un viaje a Cartago viejo buscando como encontrar los CERROS DE MALACARA y EL NUDO. FERMIN descubre la ruta establecida por los Conquistadores Españoles entre el Cauca y el sur de ANTIOQUIA. (3)
En estas condiciones se evidenciaba un viaje de nuevos colonizadores entre ellos PEDRO PINEDA, quien en medio de una población flotante de mestizos y mulatos, blancos pobres y negros libertos, decían ocuparse de “correos”, arrieros, rescatantes o labradores en los partidos de la vecindad o en lugares más lejanos y boscosos. Pronto se denoto la vocación de labriego de PEDRO PINEDA, quien Trabajaba por encargo.
PEDRO PINEDA, contrajo matrimonio y luego se radico con su esposa MARIA GREGORIA MUÑOZ en el distrito (así se llamaban los municipios en el siglo XVIII) de la Aldea (Municipio de Villamaría – Caldas). Ante la afluencia de colonizadores Antioqueños provenientes de Sonson , Abejorral , Aguadas que carencian de capacidad para pagar mano de obra familiar para explotar tierras infértiles en el antiguo Estado de Antioquia ,se fue comunicando entre sí los nuevos asentamientos que fueron auspiciados por la confederación granadina que presidida MARIANO OSPINA RODRIGUEZ, que permitió un comercio interno que casi no existía en otras regiones que estuvo favorecido por la capacidad de compra de la que gozaban los colonos , resultado de una mejor distribución de los ingresos del trabajo.
El 8 de mayo de 1.860 TOMAS CIPRIANO DE MOSQUERA, rompió relaciones con el gobierno general y se declaro supremo director de la guerra y presidente provisional. Con el animo de invadir a Antioquia marchó sobre Manizales, en donde trabó combate con los jefes legitimistas JOAQUIN POSADA GUTIERREZ Y BRAULIO HENAO, el 28 de agosto de 1.860. Al día siguiente celebró un convenio de expansión de colonos, por el cual se comprometía a retirarse al Cauca y a desarmar a su ejército, mediante ciertas garantías que debería otorgarle el gobierno de la confederación. (4)
Los años 1.860 – 1865 fueron tiempos terribles, por tener que enfrentar en primera línea la guerra contra Los Mosqueristas del Cauca. Y en segundo termino por que el gobierno de Manizales echó mano a todos los recursos sin diferenciar si eran públicos o privados. Así expropiaban la sal, cáñamo, liencillo, papel, tabaco, medias para fabricar cartuchos y alambre para utilizarlo en metralla. Monopolizaron el sacrificio de ganado.
Don PEDRO PINEDA, siendo testigo de estos hechos decidió en compañía de su hijo JESUS, aventurarse en la entraña de San Francisco y antiguo camino de la conquista del Alto del Nudo, y llegar en su recorrido al punto la Pereza (termino con que se denominaba el cansancio fisico) del Alto de Valencia, en busca de labrarse un mejor porvenir y allí permanece por un tiempo. Allí levanta un rancho de “vara en tierra “y se apresta, tras haber inspeccionado los alrededores, para echar una rocería en la montaña y sembrarla de maíz, fríjol, y algunas otras semillas que habían traído consigo, y así poder proveer a su sustento.
Mientras esperan el tiempo de La quema y de siembra, se dedican al cateo y vaciado de guacas, muy abundantes en esos contornos, de las que existen algunas ; objetos de oro de Gran valor , a más de vasijas de barro que sacan con cuidado , pues más tarde pueden serles de gran utilidad. Efectuada la quema, siembran el terreno.
Buscando un camino que los comunique con Santa Rosa de Cabal, comienza a abrir trochas y, al cabo de algún tiempo, cuando ya la tierra ha mostrado su feracidad y la roza está casi en sazón, decide traer a su familia.
Don PEDRO PINEDA, regreso luego con su Familia compuesta por doña MARIA GREGORIA MUÑOZ, y sus hijos RICARDO ,ELISEO , VALERIA , JESUS , BENJAMIN ,ROSENDO , Y RAFAELA abriendo trocha con calabozos , pues eran muy costoso y escaso adquirir instrumentos como machetes ,pacoras , peinillas y se sentó en la vereda Valencia en noviembre o diciembre de 1.860. Allí continúo sembrando plátano, tabaco, cabuya, algodón, café, pasto y ganado. Otro cultivo nativo extensivo del lugar era el hobambo del cual se extraía el almidón que se comercializaba. Por el lugar se fue extendiendo el camino hacia la vereda miracampo pasando por el alto del Chuzo hasta llegar a Santa Rosa de Cabal.
Luego bajaron a lo que es hoy la plaza principal y junto a un árbol de lembo empezaron tumbar la espesa vegetación de la selva y hacer los abiertos. Construyo la primera vivienda de bahareque y teja de un solo nivel donde posteriormente funciono la primera botica. Posteriormente los nuevos colonos que fueron llegando complementaron la demarcación y señalaron el área definitiva del poblando 27 manzana o cuadrados que tienen por cada lado ciento varas de ochenta y cinco centímetros cada una (esta es la medida que llaman vara tierrera).
Enterados los compadres de la ubicación de don PEDRO PINEDA, llenos de emoción y del viaje, para emprender la marcha hacia la nueva tierra que les ha de brindar pan, porvenir y seguro hogar.
Hechos los preparativos y aprovisionados de víveres y enseres emprenden la jornada muy al despuntar el día.
Ante la llegada de nuevos colonos invitados por Don PEDRO PINEDA. Facilitaba la construcción de nuevos ranchos y suministraba insumos, semillas, husos, telares.
Del distrito de Sonson llego JOSE BEDOYA y su esposa ESTANISLADA OBANDO y sus nueve (9) hijos.
Luego llegaron PEDRO CASTAÑO, LUIS BETANCURT, FELIPE OTALVARO, FELIZ TORO, y su esposa ANA MARIA, ENRIQUE MUÑOZ, NEPOMUCENO CORREA, PEDRO GONZALEZ, CRUZ JIMENEZ, CARLOS MORALES.
Estos nuevos colonos son acogidos con generosidad por don PEDRO PINEDA.
Todas estas familias criaron a los niños sin medico en casa. Las enfermedades se curaban con yerbas, con infundía. Sin más vestido que una camisita .Los juegos eran las llaves. No dormían por horas sino lo que quisieran. Se les daba leche con agua panela y de los tres meses en adelanta, comida con sal. Las frutas eran veneno: La piña le faltaba un grado para serlo, a la naranja medio grado. No se conocían las vitaminas ni los microbios. Al que se le hacia una telaraña se le echaba rescoldo. Nada de gasas ni de algodones, ni mercurio cromo, ni dioxogen. Los chupones eran una botella de “Agua florida “. Cuando se caía el chupón al suelo, se recogía, se limpiaba en el ruedo de la saya, y no más. Los muchachos se criaban al sol y al agua. Donde se tiraba un niño, la mama le tiraba un trapo encima para que no lo picaran los moscos. En ese entonces se rezaba el rosario en todas las casas. Se guardaban todas las vigilias. (5)
Don PEDRO PINEDA, tenia alambique de aguardiente para reforzar sus ingresos siendo sorprendido por rentas de esos tiempos y sometido a un continuo chantaje donde fue perdiendo paulatinamente sus tierras
A iniciativa de Don PEDRO PINEDA, con el apoyo de los otros colonos e inicio la construcción de la primera capilla, en el lugar que hoy ocupa la iglesia parroquial y era de vara en tierra o estantillos cubierta de hojas de palmicho. En este lugar se reunían cuatro familias que había en esa época a cantar versos de la Pasión , todos los domingos en las horas de la mañana. En esa ramada canto el padre JUAN NEPOMUCENO PARRA, venido de Santa Rosa, La primera liturgia eucarística la hizo el padre JUAN NEPOMUCENO PARRA, llamado cariñosamente parrita. (6).
MERCEDITAS CEBALLOS PINEDA, prima de DON PEDRO PINEDA, es abuela de doña ADALGIZA HERRERA AGUIRRE.
Otros descendientes notables de DON PEDRO PINEDA, son MARCO, JADER, JULIO, ELVIA, AURA, ZULMA, ROSARIO, SALUSTIANO, ROSITA MONTOYA, GUILLERMO PINEDA
VALERIA PINEDA MUÑOZ, que no pasaba de 14 años fue pedida en matrimonio por el mozalbete JUSTO BEDOYA OBANDO, el cual fue celebrado en el distrito de Santa Rosa de Cabal por el sacerdote JUAN NEPOMUCENO PARRA. La novia se le dio como ajuar una pieza de género de calicó para hacer las naguas que eran como un globo de “guerrero “posteriormente en sus frecuentes salidas con sus esposo Lucia saya larga, de cola. El corpiño apretado con gaviluchos, peinada con moño griego, con jazmín del cabo, imitando La Maria. En el cuello una cinta de terciopelo, con su óvalo. El vestido llevaba mostacillas y el calzado, fino, adornado con chaquiras. Ya en viajes largos eran a caballo, con fundón largo, sombrero tirolés y velo. Los regalos de boda consistían en un libro de oír misa con concha de nácar, un rosario de oro o un frasco de perfume “piel de España “. Para un cristiano poderse casar tenía que saberse la doctrina desde donde dice: “Sos cristiano “, hasta los artículos de fe y las bienaventuranzas. No vendían las amonestaciones y para la ocasión Don PEDRO PINEDA pago íntegros los diezmos. Fueron muy pocas las veces que salía a la calle sin su esposo JUSTO. Aunque eran fervientes asistentes a la capilla y a las obras comunitarias, convites y solidarias.
Doña MARIA GREGORIA MUÑOZ DE PINEDA, era mujer laboriosa, muy centrada en el papel de crianza de sus hijos y entorno. El ajuar de su casa de Villa Rica, consistía principalmente en tocadores rústicos y los cuadros eran en láminas que se enmarcaban en guaches. El mayor lujo consistía en una tarima con estera de popo, una estera de chinglé o un cuero de tigre que abundaba por la región. En los escaparates se guardaba la ropa, los huevos, el pan, el queso, el dulce de papaya. La llave del armario era como una llave de manga, de ese tamaño.
Su primogénito JOSE DOMINGO BEDOYA PINEDA, fue abanderado del rechazo de las guarniciones caucanas que intentaron entrar por el alto el nudo donde se libro un combate por las fuerzas Antioqueñas comandadas por el general
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BRAULIO HENAO, avanzando hasta Santa Bárbara de Cartago, donde fue finalmente derrotado por el ejercito de MOSQUERA, el 12 de noviembre de 1.862.
El historiador Padre FABO, comenta que el general Trujillo y la división Caucana fueron rechazados en el alto del Nudo.
Doña VALERIANA PINEDA MUÑOZ, confirmaba al historiador CELIMO ZULUAGA A, la veracidad de estos acontemientos donde intervino su hijo JOSE DOMINGO BEDOYA PINEDA. Fue abanderado contra las fuerzas Caucanas en 1.875 en combate del Alto del Nudo, blandeando la bandera azul perforada por las balas. Ella en camino a transito a Santa Rosa de Cabal fue testigo de las numerosas sepulturas de los guerreros abatidos quienes vestían bayetas azules y rojas.
El primer cementerio fue adecuado a las afueras del poblado en el sitio el placer salida a la vereda Cantadelicia donde fue enterrado un hijo del fundador JOSE BEDOYA.
MARIA GREGORIA MUÑOZ DE PINEDA, falleció el 4 de junio de 1.873, quien era la bien amada esposa del fundador PEDRO PINEDA.
Le correspondió a don PEDRO PINEDA, dar santo sepulcro a su hijo ROSENDO PINEDA MUÑOZ, quien fuera asesinado.
Don PEDRO PINEDA, murió el 2 de mayo de 1.905. La ceremonia fúnebre la realizo el canónico JESUS MARIA ESTRADA, y fue inhumado en el cementerio del placer.
Doña VALERIA PINEDA MUÑOZ, se radico años después de la quiebra de la Familia en el municipio de Belalcazar donde falleció.
La sociedad de mejoras públicas de Marsella el 19 de julio de 1.954 descubrió placa conmemorativa de los fundadores 1.860.
BIBLIOGRAFIA:
Libro: repertorio histórico. EDUARDO ZULETA. (1)
Revista credencial. Historia edición 77. Mayo 1996 (2)
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Monografía de Pereira. 19984. HUGO ANGEL JARAMILLO. Tomos 1 y 2. (3)
Libro: ALVAREZ LOPEZ TORO, citado por ALFREDO CARDONA TORO. Libro de Indios, curas y maiceros. (4)
Periódico La PATRIA , Manizales, junio 27 de 1.940 Entrevista de LUIS YAGARÍ. (5)
Libro: Santa Rosa de Cabal. Historia y futuro .1844 -1994. FRANCISCO GOMEZ VALDERRAMA. Editorial papiro. Pereira. (6)
Monografía de Marsella .1.954. CELIMO ZULUAGA ARISTIZABAL. (7)
Diccionario de la historia de Colombia. HORACIO GOMEZ ARISTIZABAL, 1.984. Plaza Janés, editores Colombia Ltda.
ANTONIO CACUA PRADA. Diccionario político.
Jorge Humberto Galvis Herrera
REPTILES
Lenguas murmuradoras, lenguas viles,
que sabéis lapidar reputaciones;
con vuestra baba inmunda de reptiles
lacerad sin piedad los corazones.
Salivad hacia arriba, al limpio cielo
donde fulgure la virtud preclara,
y no temáis, que en vuestro sucio anhelo
el fango al fin, os manchará la cara.
¿Mas qué ganáis con vuestro anhelo insano?
siempre el lucero brillará en la altura,
siempre el reptil habitará el pantano...
Julio Cesar Velez
5. MONOGRAFÍA DE MARSELLA
Por :Célimo Zuluaga Aristizabal
A MANERA DE PROLOGO, PUBLICO ESTA CARTA ENVIADA POR UN ILUSTRE HISTORIADOR
El nombre de Marsella, villa y municipio del antiguo Caldas, tenía para mí resonancias afectivas por indicar la procedencia de amigos muy dilectos: los hermanos Guillermo y Julio Aguirre Quintero y Guillermo Uribe —mente inquieta y corazón abierto—. Pero cuando cayó en mis manos la Monografía de Marsella, 1.954 escrita por don Célimo Zuluaga me imaginé, al pronto que no pasaba de ser un folleto de información geográfica y cívica, puramente noticiosa, compuesta en estilo notarial y didáctico. Al recorrer sus bien impresas páginas, cuánta no fue mi sorpresa encontrarme con un estudio histórico, una semblanza evocativa de un pueblo, de una laboriosa y progresista comunidad ciudadana, desde sus primeros pasos marcados con el signo vigoroso y emprendedor de la raza antioqueña.
—raza de conquistadores y dominadores— hasta sus más recientes esfuerzos por convertir la rústica fundación de don Pedro Pineda en apreciable centro de civilización y cultura.
Todas las partes de su contenido están armónicamente,, compaginadas para ofrecer a las venturas generaciones la visión de un pasado estimulante y al erudito y al simple lector culto, rasgos y elementos para ilustrar la historia nacional, la verdadera historia del país que no es sino la confrontación y combinación de sus historias locales, urbanas y campesinas.
Quien suscribe este sincero testimonio, no ha podido menos de compulsar datos y aspectos consignados por el señor Zuluaga con los que aquél mismo ha venido allegando para preparar una .serie de biografías de hijos egregios de Buga, su ciudad nativa. Es curiosa,, la semejanza y relación entre ciertos sucesos y figuras que le imprimen sello anecdótico a la investigación histonográfica realizada sobre centros de tan diversa formación y .desarrollo, como son la ciudad Señora, Guadalajara de Buga, de antigüedad colonial, aristocrático empaque y descollante figuración intelectual y política y esta discreta población de Marsella, que sólo cuenta poco más de un siglo de establecida con el nombre de Villa Rica de Segovia y menos de una centuria de su promoción a la dignidad municipal.
Así, el ingenuo relato de la hija del fundador, Valeria Pineda, se empareja con referencias tradicionales que oímos de labios ancianos sobre la primitiva condición del vecindario de Buga. Pero aquí resalta gran diferencia de actitudes y propósitos: los fundadores de Buga descienden "de la cumbre al llano" a demarcar e instalar una ciudad con todas las formalidades jurídicas y nobiliarias, de la España colonizadora; en tanto que los animosos fundadores de Marsella penetran en fa selva bravía bajo el brusco llamamiento de Pedro Pineda a su familia: arreglen para que nos vamos a fundar un pueblo. "De allí en adelante refiere doña Valeria -"seguimos abriendo trochas con calabozos, pues en esa época las peinillas y machetes no eran conocidos, hasta que acampamos en donde hoy está la plaza. Al pie de un grueso lembo junté candela para hacer de comer mientras mi padre y uno de los pequeños inspeccionaba los alrededores. Era tan tupido el follaje de la selva, que el humo se extendía bajo los árboles invadiendo gran trecho antes de elevarse, lo que obligó a gritar al pequeño lleno de temor: miren que sé está quemando el monte".
Todo ese relato reproducido en su primitiva llaneza por don Célimo Zuluaga encierra grandeza épica pues en la epopeya popular hay una grandiosidad inconsciente y verdaderamente humilde como la de quien cuenta cosas que tienen significado
transcendental que el narrador no parece percibir. Y son épica también las precisiones genealógicas y datos de registro eclesiástico de los héroes ignotos que destrozaron la selva virgen, entre rugidos de fieras y columnas de humo que ocultaban el follaje protector para darle origen a una ciudad, como el de todos los centros urbanos de la historia.
La "vida" de Marsella me ha sugerido paralelos de semejanzas y diferencias con comunidades urbanas que me son más conocidas. Espigando aspectos, tomo al acaso la afición teatral que no ha logrado en Colombia un cultivo intenso, perseverante y creador pero que, mantenida en esa etapa espontánea, no ha contribuido poco a la elevación del nivel estético de nuestro pueblo y ha procurado noble y sana expansión para remover la dureza y monotonía de la vida aldeana que duerme aún en el fondo de las ciudades populosas. Las compañías de aficionados que se formaban en Marsella recuerdan las similares que en el siglo pasado congregaban los altos espíritus de Vicente Becerra y Luciano Rivera y Garrido: las mismas piezas dramáticas que se representaban en la villa de los Bedoyas, Otalvaros y Betancures, "Los dos Sargentos" revelan identidad de gustos que equiparan estéticamente la sociedad guadalajarense y la sociedad marsellesa.
Hasta mi memoria infantil le sale al paso a estas "Reminiscencias" de Zuluaga: El nombre, perfumado de virtud y caridad, de Sor Vicenta López, tan vinculada a la educación femenina de Buga, donde murió en 1.919; el amor candoroso conque coterráneos míos se dedicaban a la erudición mistológica, en Marsella ha dado frutos tan curiosos y copiosos como ese Diccionario Mitológico Universal en siete tomos y La Historia de las Religiones Paganas, labor investigativa a que ha consagrado 32 años de su vida, Lisandrino Cardona Valencia; el periodismo esporádico y la poesía de tinte romántico y evocador, uno y otra, productos típicos del siglo pasado registran en Marsella, como en Buga, significativa reiteración.
Pero no puedo detenerme en dos datos que relucen con lumbres de mi propia infancia: "Aproximadamente en ef año de 1916 el pueblo tuvo su alumbrado eléctrico.... Al tener luz se inauguró un salón de cine.... El primer cine que se conoció fue el del profesor Arak, ciudadano argentino, célebre ventrílocuo, prestidigitador e ilusionista que tan deliciosas horas de alegría nos proporcionó en nuestra niñez. Años más tarde se radicó en Medellín, donde organizó un hotel". Ahora bien, el mismo mago Arak estuvo en Buga en mayo de 1912, secundado en sus funciones por la hermosa Miss Judith y exhibiendo las primeras películas de cine de que pudo disfrutar la sedentaria Villa del Milagroso. Gracias a la minucia reminescente de don Célimo Zuluaga he completado mi información sobre ese personaje que también "alegró inolvidables horas de mi niñez".
El otro dato se refiere a emociones imborrables causadas por los instrumentos del progreso moderno: "El primer grafófono fue traído a la ciudad por el señor Manuel Vázquez Hoyos y lo exhibía en su tienda. Traía ese aparato, que remplazó al fonógrafo, una gran bocina y sólo se oía a una distancia máxima de cinco a seis metros. Cada persona pagaba cinco centavos por oír un disco que era generalmente "La batalla de Palonegro". Sustituyase el nombre del señor Vázquez Hoyos por el de don Ernesto A. Ortiz y algún célimo de Buga podría consignar idéntico apunte.
Como en calidoscopio ilustrativo y pintoresco, la Monografía de Marsella ofrece, a vista de lector, un desfile de imágenes recortadas en piezas coloridas: servicios públicos, empresas privadas, actividades artísticas, manifestaciones religiosas, movimiento cívico, toda la "vida" de un pueblo colombiano con rasgos característicos comunes a comarcas distantes de una misma patria y con notas distintivas que piden una investigación sicológica y sociológica.
De la mano mágica de Célimo Zuluaga Aristizábal he contemplado toda esta "función" histórica desde la venerable figura tutelar de Monseñor Jesús María Estrada —ejemplar de heroísmo, abnegación y sabiduría no siempre reconocidos— hasta la humorística llegada del primer automóvil, noticia simbólica de progreso gradualmente asimilado y prudente mantenedor de salvadoras esencias ferrígenas.
ARMANDO ROMERO LOZANO ,Santiago de Cali, enero de 1970.
CAPITULO I
LA CONQUISTA
El territorio que forma actualmente el Municipio de Marsella perteneció a los quimbayas, cuyos dominios se extendían desde el río Chinchiná al norte, llamado Tacurrumbí por los indios, hasta el río de La Vieja, llamado Zegres, y la Cordillera Central, habitada ésta por los bravos pijaos.
La habilidad de los quimbayas como tejedores de mantas, ceramistas, orfebres, decoradores, metalúrgicos, hace pensar en una organización social adelantada. Para la fundición del oro y los metales utilizaron la forja y los crisoles encontrados en los sepulcros de Montenegro, Quimbaya y Armenia y no la rara hierba de extraordinario poder fundente como se concebía anteriormente. También conocían una Jigo con la que forjaban instrumentos de un temple de acero parecido al cobre cortante de los peruanos. El doctor Zaffray en su "Viaje a Nueva; Granada" dice: "la mayor parte de los habitantes de Nueva Granada creen que los indios conocían plantas cuyo jugo tenía la virtud de comunicar al oro tanta maleabilidad como la cera: esta creencia» data de remota época, pues ya la encontramos en un libro muy curioso publicado en 1786".
En ios viajes del conquistador Robledo y viniendo del norte, llegó a Irra. Por ser de gran importancia este dato, copio textualmente la relación de Juan Bautista Sardella, escribiano de Robledo: "Avistada la población de Irra, Cananao su cacique, pasó con su gente al otro lado del río (Cauca). Robledo le hizo saber que nada debería de temer, que ningún daño le haría, y después de parlamentaciones que duraron dos días, el cacique repasó el río y vino a visitar al Capitán y le trajo una enorme totuma de oro; le refirió que a la ribera opuesta del río existía el pueblo de los quimbayas y que era tan rico que toda la vajilla que usaban era de ese metal. Por primera vez oía Robledo el nombre quimbaya y desde ese momento pensó en díri girse allí, pero antes regresó a Santa Ana (Anser ma), e hizo los repartimientos del caso, organizó gente y tomó todas las disposiciones necesarias para emprender sus nuevas conquistas".
Don José Tomás Henao, copiando y comentando al mismo Sardella dice: "Por camino distinto despachó Robledo otra expedición a órdenes de Melchor Suer de Navas, quien halló muy buenas poblaciones en las que fue visitado diariamente por tres o cuatro mil indígenas. Muy posible es que el punto a donde acababa de llegar el Alférez Suer de Navas estuviera en el Distrito de San Francisco (hoy Chinchiná) o de Segovia, quizá Naranjal, pues habla el cronista de "un extenso llano" Lo cierto fue que desde allí envió Suer de Navas "a ver desde unos altos si aparecían adelante más poblaciones y la gente que fue a ello hallaron que adelante iba mucha tierra poblada y se volvieron con, la nueva a dicho Alférez. Suer de Navas al ver la grandeza de esta tierra, que del alto dominaba, envió la noticia a Robledo con seis hombres de a caballo, de los que uno se adelantó a pedirte albricias, las que fueron otorgadas en joyas por valor de cuatrocientos pesos. La buena nueva fue muy celebrada entre los castellanos porque todo se había conseguido pacíficamente; y refiere nuestro cronista que "fue tal el júbilo del Mariscal, que al día siguiente se puso en camino y anduvo en una ¡ornada lo que era cuestión de dos, hasta juntarse con Suer de Navas". "Siguiendo mis apreciaciones, continúa el doctor Henao, creo estar en lo cierto al conjeturar que los altos donde los castellanos acababan de ver tan rica, extensa y poblada tierra, estaban en la Cordillera de El Nudo; el emporio de nación quimbaya no era ya para los conquistadores mera ilusión y la fundación de Cartago, hoy Pereira, cabecera de la rica provincia del Quindío, primera fundación en lo que hoy es Departamento de Risaralda, era cuestión de pocos días".
Por lo expuesto se comprende que por el territorio de Marsella entraron los conquistadores al valle de los quimbayas, hoy Quindío.
El 9 de agosto de 1540 Robledo fundó la ciudad de San Jorge de Cartago en el lugar que hoy ocupa Pereira, cabecera del corregimiento de Villa Rica de Segovia más tarde.
En el Municipio de Marsella se encontraron ricas guacas, y se cree que los indios de este lugar hilaban el algodón, pues en ellas se encontraron husos,
Los indios que poblaban anteriormente esto zona del Quindío tenían talla gigantesca, a juzgar por ciertas sepulturas o guacas Mamadas chaverronas, raza que aniquiló y dominó a la quimbaya, ia cual, a su vez, aseguran que vino del Sinú y que invadió este territorio en épocas muy remotas. Como recuerdo de esta raza desaparecida solo quedan algunas piedras con inscripciones indígenas en el río San Francisco, vereda de Miracampo.
A Cartago, hoy Pereira, en 1565 concedió Felipe II su escudo de armas consistente en un sol que irradia luz sobre tres coronas imperiales. La traslación definitiva de Cartago al lugar que hoy ocupa, se verificó el 21 de abril de 1691. Presidía aquella importante odisea la Virgen de la Pobreza.
CAPITULO II
FUNDACIÓN
La fecha exacta de la fundación de Marsella no se ha podido averiguar con certeza, pero se tienen datos verídicos suministrados por la señora Valeria Pineda de Bedoya y se puede llegar a la siguiente conclusión: "El Tratado de la Expansión se firmó en Manizales el 30 de agosto de 1860 y doña Valeria Pineda, fundadora de esta ciudad, recordaba cuando pasaron las tropas por Villamaría. Esto pudo suceder, pues en esa población permaneció Mosquera varios días. "A su llegada invitó a los jefes Posada y Henao a una conferencia con el fin de poner término a la guerra. ,Las conferencias se efectuaron en Villamaría durante dos días, pero no se pudo llegar a un acuerdo, pues ninguno cedió y se retiraron a sus campamentos resueltos a "que los cañones dijeran la última palabra". Esto prueba que Marsella se fundó al finalizar el año de 1860, pues doña Valeria dice que llegó a este lugar cuando solo tenía doce años y en enero de 1952 cuando murió en Belalcázar, tenía 105 años.
Este territorio fue visitado la primera vez por don Pedro Pineda el cual vino de La Aldea (Villamaría), en compañía de uno de sus hijos y construyó en el sitio de La Pereza, vereda de Valencia, un rancho de palmicha con el fin de volver más tarde con su familia a hacer la fundación. Esto ocurrió al finalizar el año de 1860.
Doña Valeria Pineda, hija del fundador, que habitaba por los lados de Valencia en los mismos frenos heredados de sus padres, me refirió: "Tenía doce años de edad y vivíamos en la Aldea cuando dijo mi padre: Arreglen para que nos vamos a fundar un pueblo. Salimos con lo poco que pudimos llevar, hasta El Congal, en donde posamos en la única casa que allí había ocupada por Juan Ospina. De allí en adelante seguimos abriendo trochas con calabozos, pues en esa época los machetes y peinillas no eran conocidos, hasta que acampamos en donde hoy está la plaza. Al pié de un viejo lembo que estaba más o menos donde está el busto de Bolívar junté candela para hacer de comer mientras mi padre y uno de los pequeños inspeccionaba los alrededores. Era tan tupido el follaje de la selva, que el humo se extendía bajo los árboles invadiendo gran trecho antes de elevarse, (lo que obligó a gritar al pequeño, lleno de temor "miren que se está quemando el monte". Inmediatamente nos dirigimos al rancho con el fin de hacer el primer abierto. Mi madre se llamaba María Gregorio Muñoz y mis hermanos: Jesús, Eliseo, Benjamín, Rosendo, Ricardo, Rafaela y yo que soy la tercera en el orden de nacimientos. Mi padre empezó a cultivar el terreno, y las semillas de algodón, tabaco, cabuya, plátano y otras muchas las trajo de Santa Rosa de Cabal, pues a ese lugar salía cada mes a vender almidón de hobambo que era lo único que teníamos ya que se encontraba esta planta en grandes cantidades sin necesidad de cultivo.. El camino que acostumbraba era por lo que hoy es Miracampo hasta llegar al Chuzo. A su regreso traía mercado y semillas. La de café la trajo de Naranjal. El algodón lo hilábamos con husos encontrados en las guacas y de cabuya se hacían jicaras, costales y otros objetos". Todavía conservaba doña Valeria un carriel de cabuya, primorosa y artísticamente adornado el cual fabricó don Pedro" y usó hasta su muerte. Contaba doña Valeria que en este lugar no había indicio de que ser humano hubiera estado por estos lares antes que ellos. Había tigres que devoraban los terneros y atacaban el rancho donde vivían, defendiéndose durante la noche con hogueras que sostenían hasta la mañana cuando el animal se alejaba. De acuerdo con lo expuesto no puede reconocerse otro fundador, pues fue don Pedro Pineda a quien correspondió hacer las primeras viviendas para regalar a los colonos que llegaban y obsequiar las semillas para los nuevos cultivos. A él le correspondió construir la primera capilla, de hojas de palmicha y de vara en tierra, en el mismo lugar que hoy ocupa la iglesia parroquial.
OTRAS FAMILIAS DE FUNDADORES
La segunda familia que llegó a estos lugares fue la de don José Bedoya, el cual venía de Sonsón, invitado por Pineda. Su esposa se llamaba Estanislada Obando y sus hijos: José María, Jesús María, Esteban, Eladio, José Antonio, (primero que murió en este lugar), Bernardina, María Jesús, Eugenia y Justo. Don José empezó sus abiertos de Valencia hacia el occidente, donde se encuentran actualmente los tanques del nuevo acueducto, terrenos que todavía están la mayor parte en poder de sus descendientes.
La tercera familia llegada fue la de Pedro Castaño, el cual se situó en el sitio denominado hoy El Porvenir. Sus hijos fueron: José Antonio, José María, Úrsula, Cipriano y Sara.
La cuarta familia llegada a Marsella fue la de Luis Betancur el cual se instaló en el sitio hoy denominado "San Luis". Fue el padre de don Antonio Betancur, tronco de una numerosa familia.
La quinta familia fue la de Felipe Otálvaro, el cual se estableció en "Siracusa".
Después vinieron los siguientes que deben ser tenidos en cuenta como fundadores: Félix Toro, acompañado de su esposa, Juana María Toro, él cual colaboró en el trazado de las calles y plazas; Enrique Muñoz, Nepomuceno Correa, Pedro González, Cruz Jiménez, Carlos Morales y otros.
PRIMER MATRIMONIO
Justo Bedoya y Valeria Pineda, hijos de José y Pedro, contrajeron matrimonio en Santa Rosa de Cabal, y fue el primer matrimonio que se efectuó entre estas familias recién llegadas. El sacramento lo administró el Padre Juan Nepomuceno Parra llamado "Parrita", quien más tarde celebró la primera misa en este lugar. El primer hijo de este matrimonio fue José Domingo. La misma Valeria, su madre, llevó el niño a bautizar a Manizales, pues en Santa Rosa no encontró un sacerdote. Cuenta que por esa época Manizales estaba formado por unos pocos ranchos de paja y uno solo de teja donde tenía almacén de telas don Eduardo Hoyos, fundador de la ciudad, ya que formó parte de la célebre "expedición de los veinte" y había sido alcalde de esa ciudad en 1851.
CEMENTERIO
Pedro Pineda también fue sepultado en el viejo cementerio, pues falleció el 2 de mayo de 1905. {Partida No. 135 del Libro d» Defunciones). Esta es la sexta partida de Defunción firmada por el Padre Estrada.
CAPITULO III CORREGIMIENTO
Con el nombre de Villa Rica se conoció este territorio. Don Félix Toro, anciano venerable, suministró este dato que juzgamos verídico: "En el año de 1864 pasó por este lugar el General Mosquera con su comitiva, siguiendo una trocha que conducía de Chinchiná a Cartago, Al encontrarse con algunos individuos que trabajaban en la explotación de una mina de oro, les preguntó que cómo llamaban esta región, a lo que respondieron los interrogados: Esto se llama Villa Rica. El General les dijo: —"Deben llamarla Villa Rica de Segovia, pues es muy parecido el terreno a Segovia en donde me tocó combatir con el General París".
La existencia de este atajo o trocha se comprueba plenamente con la relación del doctor Zaffray en su viaje Manizales-Cartago efectuado en 1860. Dice así: "Yo no temía nada en cuanto a mi persona, pues era un poco amigo del General Henao, pero exponíame a que me quitasen el criado y las mulas. Por lo tanto, juzgué más prudente dejar en Manizales mis bagajes reuniendo en una maleta los efectos más indispensables, mis objetos preciosos y una bolsa bien repleta. Confíe a Miguel este ligero equipaje, y encarguéle que se dirigiera por los atajos al camino de Cartago en cuya ciudad les esperaría yo".
El primer Corregidor fue el señor José Reyes, y como no tenía local destinado para cárcel, usaba un cepo en la plaza para castigar a los individuos que violaran la Ley. De él se cuenta esta anécdota histórica» "Prohibió a los vecinos emborracharse y el que lo hiciera sería llevado al cepo. Un día lo encontró un comisario, (pues así se llamaba a los policías) borracho y lo condujo allí. Ante la protesta, el Comisario le dijo: —Usted lo ha dispuesto. Y amaneció en la plaza, amarrado del cepo que él mismo había hecho construir.
Como el Corregimiento, integrante del Distrito de Pereira, progresara rápidamente, pues las tierras son fértiles y se explotaban ricas minas de oro por los ingleses, empezaron a trabajar por la creación del Municipio ante el Gobierno del Cauca, siendo uno de los más interesados don Ramón Zafra el cual viajó en estas gestiones hasta Popayán, varias veces.
La primera casa de teja la construyó Pedro Pineda, de un solo piso, en el lugar que hoy ocupa la Farmacia Real y vendió una pieza a don Emig-dio Uribe en donde organizó la primera botica y empezó a recetar, siendo éste el primero que ejerció la medicina en el lugar. La segunda casa de teja es la que ocupa la familia de don Ramón Zafra, carrera 8 con calle 9.
Durante la guerra de Trujillo sucedieron acontecimientos importantes en este Municipio, pues en el Alto de El Nudo hubo un combate. Transcribo un párrafo del historiador Padre Fabo tomado de su "Historia de Manizales": "Ante esta conducta injustificable el enemigo llegó a tener completa seguridad en sus posiciones y emprendió una ofensiva constante y tenaz. Los liberales hicieron lo que no hacían sus adversarios; quisieron éstos invadir el Cauca por una vía distinta de la que cubría el General Trujillo y la División caucana debió sufrir, en cambio, un fuerte rechazo, poco después en las alturas de El' Nudo, cerca de Segovía. Fue hecho prisionero el Coronel Euse". Era abanderado José Domingo Bedoya, el cual una tarde llegó a la casa de su madre Valeria Pineda, según ésta me refirió, con la bandera perforada por las balas. Debió haber ocurrido en esta ocasión, pues venía por los lados de Pereira. En el camino de El Nudo, cerca del cerro, se veían los calvarios donde murieron los combatientes. Refiere la señora que los liberales vestían de bayeta roja y los conservadores de bayeta azul por lo cual era tan fácil distinguirlos.